Me gustaría que poco a poco este blog funcione realmente
como bitácora, registro de experiencias y preguntas que me despiertan el hacer
pedagógico y otras aventuras cotidianas. Nadie cuestiona la importancia de la lectura en la formación
docente, la necesidad que todos los docentes una vez finalizada la formación
inicial continuemos leyendo. Pero parece que la escritura, el ejercicio de comunicar ideas desde la producción escrita, es desestimado. Considero que muchas veces el proceso de la
escritura parece un trabajo de privilegio para quienes se dedican a la
investigación, siendo que es un recurso sumamente valioso para pensarnos,
mirarnos, de-construirnos.
Al generar con compromiso un proceso narrativo podemos
encontrarnos de un modo muy profundo con los propios miedos, prejuicios,
esquemas, matrices, intereses. Pero también, es recurso genial para pensar
sobre diversas situaciones que acontecen en nuestro trabajo como formadores. Es decir, también podemos des-armar, por
ejemplo a través del relato de una situación vivida como problemática junto a
nuestros alumnos o colegas, cómo los diversos actores sociales en juego están
manifestando intereses, visiones, lecturas, supuestos.
En algún punto la escritura permite objetivar, tomar cierta
distancia, confrontarse con lo escrito.
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